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Luis Tello - Madrid 13/10/02 A la edad de 24 años comencé a sufrir un ligero dolor en la zona lumbar. Con el tiempo fue incrementándose hasta el punto de tener dificultades para caminar o permanecer de pie durante un tiempo prolongado. Consulté con un traumatólogo que solicitó una resonancia magnética y, tras ello, me diagnosticó dos hernias discales (L4-L5 y L5-S1) que provocaban un pinzamiento en el nervio ciático. Estuve tomando relajantes musculares y analgésicos que en ningún momento consiguieron aliviar el dolor (termalgin + metamizol, diclofenaco e incluso el opiáceo Adolonta). Aparte, fui a un fisioterapeuta que me realizó una serie de manipulaciones y una infiltración de cortisona, todo ello sin ningún resultado. Finalmente, llegué a un punto en que apenas podía caminar más de cinco metros seguidos y necesitaba sedantes (diazepam) para poder "dormir" por las noches.
En un estado tan grave, visité varios especialistas tanto de la sanidad pública como privada (incluso un traumatólogo de prestigio en el Hospital de la Zarzuela), y las únicas soluciones propuestas fueron la operación mediante cirugía convencional, fusión vertebral o quimionucleosis. Ni siquiera había consenso entre ellos dado que cada médico defendía su método. Además, los post-operatorios podían llegar incluso a un año y, en el mejor de los casos, no te aseguraban más del 75% de éxito.
Cuando conseguí decidir por que tipo de operación decantarme, y con grandes dudas, tuve la suerte de conocer la existencia de la apiterapia a través de un amigo que vio a Pedro Pérez en el programa "Crónicas Marcianas" (Telecinco). A escasos días del ingreso en el hospital (aún guardo los resguardos como recuerdo de lo que podría haber sido) escribí un e-mail a Pedro exponiéndole mi caso. Dado el carácter urgente de mi situación, me propuso probar una primera sesión antes de la operación. Aunque no hubo resultados visibles, debido a la gravedad de mi problema, decidí aplazar la operación durante un mes más. Continué con la terapia notando algunos cambios que no siempre me convencían de un progreso positivo. Por supuesto, aunque tenía gran confianza, me creó una cierta inseguridad sobre la eficacia del proceso llegando incluso a replantearme la opción de la operación. Pero tras la séptima sesión aproximadamente hubo cambios muy importantes: al fin podía dormir e incluso comenzaba a caminar llegando hasta 100 o 200 metros sin pararme para evitar el dolor. En aquel momento, Pedro me indicó que la terapia había acabado y sólo se mantendrían unas escasas sesiones de "mantenimiento". De nuevo, volví a sentir miedo porque, aunque la mejora era importante, no había recuperado apenas el 25% de mi situación original. Con el tiempo descubrí que, como me había indicado Pedro, la tensión va disminuyendo y la curación continua aún sin la apiterapia.
En el momento de escribir este testimonio, llevo unos seis meses sin visitar a Pedro y sigo mejorando día a día. Hago deporte, camino y corro sin ningún problema y prácticamente se me ha olvidado que tengo dos hernias discales. De vez en cuando se me "carga" un poco la zona lumbar y tengo alguna molestia, pero puedo decir que he recuperado el 90% de mi situación inicial.
Sé lo que implica tener una hernia discal, de modo que estoy disponible para resolver cualquier duda de quién se encuentre en mi antigua situación. Yo estuve a punto de operarme y no puedo dejar de imaginarme como estaría ahora si lo hubiera hecho. Mi dirección de correo es Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
Por supuesto, quiero que conste igualmente mi agradecimiento a Pedro por su interés y ayuda para curar una enfermedad que en un principio no tenía una solución sin consecuencias negativas. Y por último, y dado que me han dejado este espacio para escribir mi testimonio, aprovecho para invitar a los médicos y especialistas a estudiar mi caso para que comprueben por sí mismos la efectividad de la apiterapia.
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